Hace un tiempo, el último habitante de aquella tierra
distante desapareció pasando a formar parte de aquella lista de fantasmas,
todos ellos antiguos habitantes de esas tierras. El silencio habita sin
descanso en ese lugar, y yo a la distancia miro su fotografía con melancolía,
pensando en aquellos tiempos en que florecía nuestra amistad, y ahora un
ahogado temor me estremece, pues él ahora es un fantasma, como todos los otros,
que en un pasado fueron mis amigos, pero con el tiempo cada uno de ellos fue
desapareciendo, uno tras otro, quedando en mi mente como un recuerdo, como fantasmas
en mi vida, que cada cierto tiempo aparecen llenando mi vida de dulce nostalgia.
Ahora que el último habitante se fue, no puedo negar que me inunda una dolorosa
tristeza, pues él, al ser el último, era al que más quería, y ahora, yo estoy
sola, inundada y traspasada de todos sus recuerdos que es lo único que me une a
este lugar sombrío y solitario.
Vagando por sus vacías calles, viendo las casas, las bancas,
los prados, todos ellos llenos de recuerdos, comprendo que no hay nada más, y
que su existencia me detiene y me limita al recuerdo de personas que no están,
que se marcharon por su propia decisión, dejándome aquí, con un vacío existencial.
Y decido, con una
firmeza ajena, que no es propia de mi, pero que nace como reflejo de la soledad
que siento, que no puedo seguir ahí, que debo abandonar esas tierras, y
clausurarlas por el resto de la eternidad, pues debo vivir como cada uno de “ellos”
lo ha hecho, dejando su lúgubre recuerdo de lado , y preparándome para vivir en
la realidad, el mundo que por un tiempo deseche por elegir el camino más fácil.
Ya es hora, es tiempo de que me vaya de aquí. No hay espacio
para llevar fotografías, ni cartas, ni recuerdos, todo se queda allí, pues en
ese lugar nacieron y en ese lugar se han de quedar, y antes de salir de la
ciudad, levanto un pequeño memorial, en el cual escribo la siguiente frase: “Aquí se quedan sin reprochar, los fantasmas de
vida, que no deben nada, ni tienen nada por hacer, pues solo son vacíos recuerdos que impregnaron de tristeza este lugar”.
Y sin vacilar, me marcho para siempre y con la determinación
de jamás volver. Es así como le digo adiós a todos mis fantasmas, que en
silencio se quedan sin tener nada que reprochar, pues todos tomamos caminos
distintos, y es hora de que yo, así como ellos, comience a vivir en mi realidad.
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